Y después de permanecer parado largo rato frente a mi propia
imagen del espejo , me asaltó la voz del pensamiento directo por la boca
cuestionándose que sucedería si en este momento me encontrase parado en un
mundo con una realidad paralela en la
cual el hombre nunca se hubiese descubierto su propio reflejo, un lugar donde ningún elemento de la
superficie, ningún material sea capaz de poder devolver la imagen de mi mismo
en tiempo presente. Imaginemos una tierra donde el reconocimiento del niño ante
su propio cuerpo nunca haya podido llevarse a cabo. Pero este hecho, para el
sujeto que soy en aquel ilusorio mundo no es consiente de la no invención de
dicha cosa. La muerte seguramente sea vista con una mirada un poco mas positiva
en los casos de las mentes consumidas completamente por el monologo constante dictado por los
televisores. Es que no seamos tan ilusos de realmente creernos que en este
lugar la tele haya sido creada. No existe en nuestro diccionario esa palabra.
No existen las fotos, no hay memoria a largo plazo, solo la capacidad de mi
existencia sobre la tierra. Un mundo que en cada vida se reprograma desde cero,
para ser consumada en el encierro de su propio presente. Si no hay memoria, no
hay futuro. El tiempo no avanza sino que se mantiene siempre bajo la decisión de establecer el horario de
las ocho (08:00). No seamos tan tontos de creernos nuevamente de que existen
los números en un planeta donde no hay avance, no hay cantidades, mas que lo
que yace en ese ahora interminable. El horario hace referencia a un infinito escondido bajo el manto de lo simbólico,
donde únicamente, usted, lector, y yo, estamos al tanto.