"Sábado, 24 de noviembre
[sic]
Todo sustituible. Todo
reemplazable. Todo puede morir y desaparecer: detrás están los sustitutos, como
en los parques de diversiones esos muñecos que caen a cada tiro de escopeta y
son súbitamente sustituidos por otros y otros. Es decir, que no hay nada que
obligue a vivir, ni nada que desobligue.
Todo o casi todo es
mentira porque cae o puede caer. Lo único que es fiel es esta sed de algo por
lo que vivir. Pero tampoco lo es absolutamente puesto que está entre otras
sedes y hambres y se alterna con ellas, y puede desaparecer por varios años y
reaparecer. No creo en nada de lo que me enseñaron. No me importa nada. Sobre
todo no me importan los convencionalismos y el demonio sabe hasta dónde y hasta
qué extremo infecto somos convencionales.
Convencionalismos
poéticos y literarios.
Hasta el ser joven en un
convencionalismo. Y la rebelión y la anarquía pueriles. Y el mito del poeta. El
mito de la cultura. Hasta el comunismo y el socialismo de mis amigos es un
nauseabundo convencionalismo. Como si se pudieran cambiar las cosas hablando y
negando. Yo estoy en contra. Ni religión ni política ni orden ni anarquía.
Estoy contra lo que niega la verdadera vida. Y todo la niega. Por eso quiero
llorar y no me avergüenzo o sí me avergüenzo y quiero esconderme y hasta tengo
vergüenza de suicidarme.
Las luchas o contiendas
poéticas de B[ueno]s A[ire]s me hacen reír, ahora que estoy lejos. Arte de
vanguardia, sonetos dominicales. Todo esto es tan imbécil. Minúsculas,
puntuación y rima. Como si alguno se hubiera despertado, una mañana, con ganas
de bañarse en alcohol y prenderse fuego porque las palabras no dicen, y el
lenguaje está podrido, está impotente y seco. Mis jóvenes amigos vanguardistas
son tan convencionales como los profesores de literatura. Y si aman a Rimbaud
no es por lo que aulló Rimbaud: es por el deslumbramiento que les producen
algunas palabras que jamás podrán comprender. Además, las contiendas literarias
sólo las hacen los que están contentos y bien instalados en este mundo. Es una
actividad suplementaria, un hobby nocturno, mientras se está en la cama
reposando, tomando café o whisky.
Todo esto es tan idiota.
Y yo, yo también hablé. Yo también abrí la boca y la llené de miasmas. Pero
ahora sé. Ahora sé que no me importa nada. Ahora sé que todo me importa y
quiero reventar y quemarme y estallar. Porque esto no es la vida. Y esto no es
la poesía. Y quiero cantar y no hay qué cantar, a quién cantar. Sólo hay mierda
y a la mierda se la insulta. Pero yo quisiera cantar.
Ampararme en la imagen de
mí disparada por mis ojos mudos.
La pieza se cerró y la
luz se amaba en la soledad. Todas las cosas estaban de parte mía. Tensión
insoportable de los colores y las formas.
La luz se abrió como una
herida. El cuerpo sin cabeza entró apartando con un gesto brusco la cortina
inexistente. Me hundí en la cama y el cuerpo me siguió. Las cosas hicieron un
seco ruido como un músculo al distenderse. Me metí en lo oscuro del abrazo y no
vi más que sus labios."