domingo, 9 de octubre de 2016

El sol que me empuja  Y la sombra que se extiende sobre el suelo mojado, uniéndose con el regular y  salvaje vaivén de las olas.

Ser una gota de agua, minúscula pero sin dejar de ser compleja, dentro un mar de asombro y perplejidad.  Estar sumergido en ese momento de conciencia plena, donde tu cuerpo es capaz de percibir que lo tangible es sólo una feta más de un sinfín de realidades que te atraviesan.
Cómo se que soy yo quien está parado frente a una exhibición de platos en la cocina de azulejos amarillos?¿Esto es todo? ¿Llegamos hasta el accionar de un lavado?

Y es ahí, en ese momento de cuestionamiento y revolución, donde me uno con el agua que expulsa la canilla, revierto el tiempo que avanza y viajo por las alcantarillas, me divido el cuerpo entre las conexiones subterráneas y desembocó en un pozo común del que todos somos parte. Es ahí donde te encuentro.
Te veo. Me veo en el reflejo de tus ojos que me proyectan y hago que te reconozcas dentro de mi.
Danzamos desde el origen, enredados por una atracción enérgica de bienestar. Dos cuerpos haciendo un círculo cerrado, un candado infinito que sólo cierra y deja fuera la ignorancia. El placer del sentir y el hundimiento del saber.
Eterno presente, que seré?




Entrar. Cerrar la puerta que yace abierta de manera constante y pendular. Ese ir y venir de los miles de pasos de envases de piel. Ese ir de mis pies que decide parar y cerrar con llave la puerta.
Estar adentro. Llorar para limpiar el pecho hasta los pies del alma de la estructura que me retiene.
Estoy adentro. Una vez dentro, después de haberme dejado llevar por la corriente de agua y pensamientos que manaban a chorros desde la profundidad absurda de mis ojos, recambio mi manto como una serpiente y me esfumo junto al aire de la palabra dicha que me nombra.
Me atrapa cada elemento de cada pieza que compone el universo de mis sueños.
Soy la mesa. Soy el hombre en la mesa tomando Wisky y la mujer de época con la espalda encorvada. Soy el hombre que la ignora y concentra la mirada en dos niños de color gris. Soy el viaje de la totalidad de simbolismo que atraviesa el espacio utópico que va desde el ojo hasta la imagen tangible codificada y decodificada de manera infinita.
Soy la noche que tiñe el afuera, soy el tiempo y el dueño que abraza el vacío.