lunes, 9 de marzo de 2015

Se perdió una tuerca que rodó inalcanzable por el suelo. La cera reciente aportó gran flexibilidad a los movimientos del metal que se iba perdiendo vaya a saber uno sobre que recoveco de la madera levantada. La habitación parecía ser cómplice y reflejaba el eco de cada golpe salpicado. Cada vez más lejos de la mano que sostenía tiesa el reloj. No podía apartar los dedos por miedo a que se desarmara completamente sobre mis pies descalzos. No sabía qué hora era, ni hace cuánto tiempo se habían parado las agujas Ni siquiera era capaz de ver entre la separación de cada dedo si realmente se había detenido el segundero. Supuse que no llegaba con la hora a la entrevista y ya podía ver la cara de Hernán completamente enfurecida por hacerlo quedar mal con su jefe, porque me había recomendado, y yo estaba llegando tarde a todos lados.

Pero los pies descalzos no eran buenos compañeros del frío de Abril, y los cordones parecían pelearse entre ellos a cada paso queriendo que me caiga sobre mi propio cuerpo para atajarme con las manos atadas al tiempo muerto y así perderme la cita coordinada y llegando tarde sin saber que estaba llegando tarde para encontrarme frente a frente con la cara de Hernán que ya empieza a escupirme el rostro insultándome a pocos centímetros de la cara, y zambulléndome el cuerpo en un mar de baba pero sin alcanzar mis ojos porque a todo momento mantengo la mirada gacha sobre el reloj pulsera que no me deja ver la hora, solo los pies descalzos un poco blancos por el frío de Abril que dormía calmo sobre la madera levantada de la habitación.