jueves, 29 de septiembre de 2016

No es sueño si no se camina despierto, aunque me atrevería a decirte que, de vez en cuando, arrastrarse sintiendo la totalidad del cuerpo arañarse contra el piso del mundo que me sostiene es realmente excitante para una mente recién nacida.
Que esos primeros no pasos del feto expulsado de una pequeña grieta entre dos rocas en forma de nada , sean bajo un manto de sangre que van dibujando los filos de las piedras colocadas como si distraídamente quisiesen matarme.

Creo no entender de que va la cosa todavía. De repente decido nacer. Lo hago. Lo puedo estar haciendo en este momento si quisiera. Te hago nacer conmigo al mismo tiempo que vas leyendo esto.
Nacemos entonces. Vos naces conmigo ahora.
Estamos como que todavía no logramos entender de que trata nacer en un cuerpo de 22 años,  completamente pegado al suelo sin poder erguirse.

No camino. Me arrastro mientras intentan matarme unas piedras dispuestas de manera estratégica. Siento como la punta de una de ellas me abre la piel del mismo modo que se separan unas piernas inocentes.  El tema urgente es el hecho de no parar de avanzar hacia ningún lado. Es que no podemos parar, ese es el punto. ¿Si yo decidí haber nacido, soy yo quien decide no parar? Es que realmente no tengo ganas de morir todavía, pero fui yo misma quien coloco las piedras en esos lugares de manera estratégica para que me abran, me maten y de esta forma multiplicar-me. Las planté justo delante del camino que sabia que iba a recorrer con mi cuerpo que no avanza. Y es que he decidido que era hora  de ir naciendo y al mismo tiempo matarme, y de esta forma multiplicarme,  para poder elegir en el sueño que no es sueño si se camina despierto, que es hora de nacer para poder morir, y así multiplicar los resultados de mis nacimientos entre dos piedras con forma de nada que yacen muertas y al mismo tiempo naciendo en mi cabeza, que nunca termina de decidir si quiere seguir viviendo o abandonarme en mi sueño que no es sueño.