No es sueño si no se camina despierto, aunque me atrevería a
decirte que, de vez en cuando, arrastrarse sintiendo la totalidad del cuerpo
arañarse contra el piso del mundo que me sostiene es realmente excitante para
una mente recién nacida.
Que esos primeros no pasos del feto expulsado de una pequeña
grieta entre dos rocas en forma de nada , sean bajo un manto de sangre que van
dibujando los filos de las piedras colocadas como si distraídamente quisiesen
matarme.
Creo no entender de que va la cosa todavía. De repente
decido nacer. Lo hago. Lo puedo estar haciendo en este momento si quisiera. Te
hago nacer conmigo al mismo tiempo que vas leyendo esto.
Nacemos entonces. Vos naces conmigo ahora.
Estamos como que todavía no logramos entender de que trata
nacer en un cuerpo de 22 años,
completamente pegado al suelo sin poder erguirse.
No camino. Me arrastro mientras intentan matarme unas
piedras dispuestas de manera estratégica. Siento como la punta de una de ellas
me abre la piel del mismo modo que se separan unas piernas inocentes. El tema urgente es el hecho de no parar de
avanzar hacia ningún lado. Es que no podemos parar, ese es el punto. ¿Si yo
decidí haber nacido, soy yo quien decide no parar? Es que realmente no tengo
ganas de morir todavía, pero fui yo misma quien coloco las piedras en esos lugares
de manera estratégica para que me abran, me maten y de esta forma
multiplicar-me. Las planté justo delante del camino que sabia que iba a
recorrer con mi cuerpo que no avanza. Y es que he decidido que era hora de ir naciendo y al mismo tiempo matarme, y
de esta forma multiplicarme, para poder
elegir en el sueño que no es sueño si se camina despierto, que es hora de nacer
para poder morir, y así multiplicar los resultados de mis nacimientos entre dos
piedras con forma de nada que yacen muertas y al mismo tiempo naciendo en mi
cabeza, que nunca termina de decidir si quiere seguir viviendo o abandonarme en
mi sueño que no es sueño.