Su pájaro no emitió sonido. El canto corriente del ave a
temprana hora de la mañana no se dejó escuchar y me quedé dormida, retrasando
el flujo constante de la rutina que dispongo cada día. Me levanté completamente sobresaltada con los
ojos entumecidos por el abrir exagerado de los
parpados, apuntando como un arma directamente al reloj de la mesada. El
vaso con agua hasta el tope fue el primero en rebalsar. Luego seguí sus pasos
casi cayendo de la cama. Fue el primer día que llegue tarde a la oficina. Fue
el ultimo día que me había ido a dormir
con el fresco recuerdo de Juana sentada sobre su escritorio sin apartar la
mirada de su mano danzante, compañera del vaivén de los agiles trazos de tinta
sobre la hoja.
Camine de manera entrecortada, tropezando como un niño
aferrándose erguido por primera vez al piso. Tenia la totalidad de los
pensamientos en un lugar que no era el que estaba habitando en ese momento. Las
descargas del cerebro no me dejaban procesar de manera correcta el simple
mecanismo del andar: Pie derecho – pie izquierdo. El resonar de las imágenes de
las palabras DERECHO IZQUIERDO me resultaba absurdo. ¿Es realmente mi voz la
voz de la conciencia? Ese no es el timbre de mi voz. Tampoco reconozco mi voz
en una grabación de cinta. Tampoco reconozco mi voz cuando el inconsciente se
apodera de las palabras ansiosas. Las preguntas iban cayendo una encima de otra
hasta dejar casi sin aire a la que realmente importaba y yacía por debajo de
todas ellas: ¿Dónde mierda esta Juana?
Los pensamientos parecían salirse por mis ojos hasta
envolverme la cara sin dejar que viera por donde pisar. Caí tan fuerte boca
abajo que estuve unos segundos sin moverme, escuchando el eco de mi cuerpo
rebotar por las paredes de la casa vacía hasta perderse en los altos techos.
Hasta esconderse en el altillo. Eso es! Como no empezar por ahí.
Subí precipitadamente las escaleras. El cuerpo robótico
parecía funcionar impulsado por una fuerza sobre natural. Adrenalina, pura y
solida. Casi tangible la estela de poder que iba dejando a mis espaldas pero
que desapareció con la misma velocidad que me despertó de la muerte momentánea,
inmóvil.
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La puerta estaba abierta de par en par y me invitaba al
desconcierto. Me estiraba la alfombra a mis pies a modo de parodia. Me
suplicaba que ingrese en la duda, se estaba burlando de mi una puerta. De par
en par. Una sola bisagra no fue suficiente. La traba inferior estaba levantada,
y se abría ante mis ojos como una prostituta abre sus piernas. Sin dudarlo dos
veces. Sin titubear. De manera profesional y por instinto asesino y sediento.
La madera parecía mas oscura de lo normal, como si
los 26 años que llevaban conmigo en aquella casa le cayeran de repente encima
como un balde de pintura que tiñe a chorros, de forma irregular pero en demasía.