jueves, 5 de enero de 2017

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Su pájaro no emitió sonido. El canto corriente del ave a temprana hora de la mañana no se dejó escuchar y me quedé dormida, retrasando el flujo constante de la rutina que dispongo cada día.  Me levanté completamente sobresaltada con los ojos entumecidos por el abrir exagerado de los  parpados, apuntando como un arma directamente al reloj de la mesada. El vaso con agua hasta el tope fue el primero en rebalsar. Luego seguí sus pasos casi cayendo de la cama. Fue el primer día que llegue tarde a la oficina. Fue el ultimo día que me  había ido a dormir con el fresco recuerdo de Juana sentada sobre su escritorio sin apartar la mirada de su mano danzante, compañera del vaivén de los agiles trazos de tinta sobre la hoja.

Camine de manera entrecortada, tropezando como un niño aferrándose erguido por primera vez al piso. Tenia la totalidad de los pensamientos en un lugar que no era el que estaba habitando en ese momento. Las descargas del cerebro no me dejaban procesar de manera correcta el simple mecanismo del andar: Pie derecho – pie izquierdo. El resonar de las imágenes de las palabras DERECHO IZQUIERDO me resultaba absurdo. ¿Es realmente mi voz la voz de la conciencia? Ese no es el timbre de mi voz. Tampoco reconozco mi voz en una grabación de cinta. Tampoco reconozco mi voz cuando el inconsciente se apodera de las palabras ansiosas. Las preguntas iban cayendo una encima de otra hasta dejar casi sin aire a la que realmente importaba y yacía por debajo de todas ellas: ¿Dónde mierda esta Juana?
Los pensamientos parecían salirse por mis ojos hasta envolverme la cara sin dejar que viera por donde pisar. Caí tan fuerte boca abajo que estuve unos segundos sin moverme, escuchando el eco de mi cuerpo rebotar por las paredes de la casa vacía hasta perderse en los altos techos. Hasta esconderse en el altillo. Eso es! Como no empezar por ahí.
Subí precipitadamente las escaleras. El cuerpo robótico parecía funcionar impulsado por una fuerza sobre natural. Adrenalina, pura y solida. Casi tangible la estela de poder que iba dejando a mis espaldas pero que desapareció con la misma velocidad que me despertó de la muerte momentánea, inmóvil.

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La puerta estaba abierta de par en par y me invitaba al desconcierto. Me estiraba la alfombra a mis pies a modo de parodia. Me suplicaba que ingrese en la duda, se estaba burlando de mi una puerta. De par en par. Una sola bisagra no fue suficiente. La traba inferior estaba levantada, y se abría ante mis ojos como una prostituta abre sus piernas. Sin dudarlo dos veces. Sin titubear. De manera profesional y por instinto asesino y sediento. La madera parecía mas oscura de lo normal, como si los 26 años que llevaban conmigo en aquella casa le cayeran de repente encima como un balde de pintura que tiñe a chorros, de forma irregular pero en demasía.