Los ojos se hunden como clavos y traspasan las telas finas de la
cama que te abraza la muerte. La tela se ha rasgado y te preocupas por lo que
va a pensar la criada que se acuesta con los búfalos pausados en el tiempo,
colgados y amoldados a la ilusión de un ser que solo se alimenta de fragmentos
de entidades que ya no están, hombre que se ha creído dueño del hogar de sus
ideas.
El reloj comienza cuando las cámaras se apagan. Ahí está la criada,
en la habitación contigua, montada en
uno de los cuernos que corta sus piernas, entra y la hace florecer, al mismo
tiempo que ella llora el recuerdo de una casa vacía.
Olfatea los huecos de un perfume olvidado que ha dormido durante
días y aun respira la piel de su amo. Aquel elixir ha caminado hasta el techo,
ha danzado sobre objetos, y se ha resguardado hasta aquel momento en los
cráneos desmontados. Los momentos pasados son atraídos como imán hacia las
fosas de un rostro que inspira esperanza.
Mirada invertida en vertical al cambiar las coordenadas del deseo
del animal removido de su centro. Los cimientos que lo sostenían han sido
arrancados y hoy la tierra es su aliada.
Los cuadros del cuarto han mutado! Las niñas desnudas se
caen de sus marcos, corretean con los pelos alborotados, se palmean las nalgas mientras
se ahogan con la saliva acumulada por la extensa risa y cantan con gargajos al
unísono:
- Padre, has encarnado en los dedos
que han acariciado la caja que guarda la pieza faltante del rompecabezas. Has
sido la llave hacia el placer culposo de la satisfacción empujada por la libido
sin límites. Hemos sido capaces de saltar el muro hacia el sol, y nos hemos
encastrado completas. El paisaje ya no esta rasgado. Por eso te soltamos y
dejamos manco, para que introduzcas los cayos de tus muñones en un cuerpo
desbastado y puedas, así, plantar tu
árbol para crear amor donde no exista.
Todo es fiesta en la habitación contigua, mientras la sangre
negra escribe la lápida con el nombre del feto que ha perdido el tren con
parada en la vida, quedando varado en el útero de la flor que te mastica
diariamente las mandíbulas cortadas. Este ha esperado la llegada de tu espalda,
se ha escondido en una bolsa y su alma ha comido bocanadas de la tuya,
aplicando previamente anestesia de memoria. Siendo consiente del riesgo que
corría aun cuando dormías para despertar, ha intentado, de todas formas,
acomodarse hasta este día en el que te estas sacrificando. Búsqueda impasible de la libertad que te
separe de la extrañeza de tus pieles de invierno.
Los pies de las pequeñas empujan fuertemente el piso haciendo
vibrar la mano que lidera la escritura del finado. Las señoritas repiten sin
dulzura:
-Niño, no nos
mires más! Tus ideales tienen el peso de cien elefantes sobre nuestras muñecas,
y el plástico se funde en la negación por la fuerza impuesta de las patas de
piedra que nos aplanan. El Padre también te besa a ti la frente y te empuja
hacia el aire, dejándose sin boca. Es
el quien sella el pergamino.
Suéltanos los manos presas de un destino
que no nos corresponde!
El cuerno golpea el útero de la criada y se acompasa al galope de
los pies de las niñas que siguen desbordando los cuadros, cayendo de cara
contra el suelo que se gesta. El parto se sella con un grito seco que disuelve
la pared del cuarto que los separa.
La mujer ya no cae, sino que se eleva en los brazos de las niñas
que la entierran en los escombros de materia infértil y la cubren con el flujo
que se ha estancado en la boca del búfalo, cajón de los temores, mientras vos vas
cociendo las telas con peso negativo.
La transparencia destaca el brillo que se escurre por tus huesos.
La sangre se ha coagulado alrededor de tus ojos, volviéndose redonda. Con la
aguja te dibujas el iris y la pupila. Te vistes con la misma levedad que te
levantas de los mundos paralelos de las millones de posibilidades que coexisten
en cada punto sobre el espacio. Anudas el ruedo de tus sueños, cortas el hilo y
emprendes camino.