lunes, 4 de junio de 2018


He optado por desintegrarme y abrazar las partes que no veo pero se que están ahí.
He aceptado la lujuria de un cuerpo abandonado, y trepado escaleras infinitas que me llevan hacia cuevas socavadas en mi pecho.
Vuelvo al río que derramo
una vez al mes, por lo menos.
Aún no me acostumbro al frío.
Mis huesos se sacuden intentando acomodarse.
Me sumerjo lentamente con la intención de limpiarme el barro seco.
Cuan vulgar ante los Ángeles me he visto estas noches, embriagada de ilusiones que he olvidado de buscar adentro.
He perdido las llaves de mi casa.
He pedido que me recuerden el lugar secreto,
pero todos han sufrido una especie de amnesia
y me han contagiado.

Vulnerable en el cruce de las corrientes, con las manos contraídas intentando atrapar el tiempo.
Con el tiempo que me atrapa en el abrazo infinito.
Con mi alma siendo miles en el mismo momento.
Con la niebla de mis ojos por el río que derramo.
Porque rio a carcajadas siendo llave de mi casa.
Pero aún, el olvido, no me deja recordarlo.