lunes, 26 de noviembre de 2018

Un sonido suave me despierta mientras mis huesos truenan con el primer aliento consciente de la mañana. 
Soy arrastrado con una delicadeza extraña y voy rompiendo la crisálida transparente de un ensueño profundo, al cruzar con mi cuerpo las capaz de mundos que resuenan al unísono con el que me hayo yo, ahora.
La intensidad de un crujido extravagante me desconcierta y hace que me mueva diferente.
Paro los oídos como un lobo.
Mi olfato es el de un perro en noches de ciudad, en compañía de un hambre con sombras de huérfanos.
Soy testigo de unas paredes que implosionan contra un suelo aun sin terminar.
Las ramas de un árbol caído se encastran en los huecos sin cubrir del suelo del living, y el tronco deja atrás los muros de un hogar precipitado.
La briza corre y recorre mi espalda, haciéndome sacudir en forma de escalofríos, risas y dudas.
El tiempo, tan jodido y exacto, tan hermoso y costoso en si mismo,  ha arrasado los cimientos de un árbol, llevándoselo todo en un abrazo gravitacional con la tierra. Me ha arrancado a patadas suaves y hermosas, de un falsificado nido que me dispuse a armar.  Mis cuadros de luz donde descansa la ilusión y la magia, se han ahogado en los escombros, y el polvo de tierra seca, abraza sin tregua los vidrios esparcidos a mi alrededor .
La brisa de la mañana, colándose entre mis ropas, besando mi piel tensa, me hace sentir liviana y temblorosa. Mi falda se eleva,  y los restos de unas piernas abandonadas se iluminan con un Sol que saluda, tímidamente, por detrás de unas sabanas blancas que alguna vez me han cubierto como hoy. 
Mi casa, tan estúpidamente cuadrada, ahora ronda en lo abstracto de un arte moderno sin justificación más justa y propicia que “la casa de la liberté”, siendo un espacio sin limites, ni bordes exactos, ni verdades absolutamente concretas que me permitan caer en lo absurdo de admitir que lo que veo ha sido alguna vez un sitio cerrado para mi inexistente intimidad.  
Mi mirada es endulzada por totalidad de un horizonte eterno. Mi espacio vaga desnudo al saltar sobre el inesperado regalo de un azar absoluto.  
Que locas y tontas coincidencias me presenta el destino. El árbol ha caído al igual que yo en el olvido, vertiéndolo todo para que la tierra beba de la sabia que lo llora y conmemora.
En estos instantes nado la negrura de un vacío, capaz de transformar la posibilidad de algo, en creación infinita. Esta noche se ha vestido de misterio, poseyendo a los gatos que se pasean coqueteándole a las lunas. 
Han pasado tal vez días.
Ya no duermo por los vientos que me cantan al oído las cosas mas hermosas, haciendo que mi alma rebose de mi cuerpo.
He descubierto a los monos,  treparse a hurtadillas y robarme los sueños.
Mi falso nido de ingrato pájaro es visto desde unos ojos despojados de prejuicios.