Un sonido suave me despierta mientras mis huesos truenan con
el primer aliento consciente de la mañana.
Soy arrastrado con una delicadeza extraña y voy rompiendo la
crisálida transparente de un ensueño profundo, al cruzar con mi cuerpo las
capaz de mundos que resuenan al unísono con el que me hayo yo, ahora.
La intensidad de un crujido extravagante me desconcierta y
hace que me mueva diferente.
Paro los oídos como un lobo.
Mi olfato es el de un perro en noches de ciudad, en compañía
de un hambre con sombras de huérfanos.
Soy testigo de unas paredes que implosionan contra un suelo
aun sin terminar.
Las ramas de un árbol caído se encastran en los huecos sin
cubrir del suelo del living, y el tronco deja atrás los muros de un hogar precipitado.
La briza corre y recorre mi espalda, haciéndome sacudir en
forma de escalofríos, risas y dudas.
El tiempo, tan jodido y exacto, tan hermoso y costoso en si
mismo, ha arrasado los cimientos de un
árbol, llevándoselo todo en un abrazo gravitacional con la tierra. Me ha
arrancado a patadas suaves y hermosas, de un falsificado nido que me dispuse a
armar. Mis cuadros de luz donde descansa
la ilusión y la magia, se han ahogado en los escombros, y el polvo de tierra
seca, abraza sin tregua los vidrios esparcidos a mi alrededor .
La brisa de la mañana, colándose entre mis ropas, besando mi
piel tensa, me hace sentir liviana y temblorosa. Mi falda se eleva, y los restos de unas piernas abandonadas se
iluminan con un Sol que saluda, tímidamente, por detrás de unas sabanas blancas
que alguna vez me han cubierto como hoy.
Mi casa, tan estúpidamente cuadrada, ahora ronda en lo
abstracto de un arte moderno sin justificación más justa y propicia que “la
casa de la liberté”, siendo un espacio sin limites, ni bordes exactos, ni
verdades absolutamente concretas que me permitan caer en lo absurdo de admitir
que lo que veo ha sido alguna vez un sitio cerrado para mi inexistente
intimidad.
Mi mirada es endulzada por totalidad de un horizonte eterno.
Mi espacio vaga desnudo al saltar sobre el inesperado regalo de un azar
absoluto.
Que locas y tontas coincidencias me presenta el destino. El
árbol ha caído al igual que yo en el olvido, vertiéndolo todo para que la
tierra beba de la sabia que lo llora y conmemora.
En estos instantes nado la negrura de un vacío, capaz de
transformar la posibilidad de algo, en creación infinita. Esta noche se ha
vestido de misterio, poseyendo a los gatos que se pasean coqueteándole a las
lunas.
Han pasado tal vez días.
Ya no duermo por los vientos que me cantan al oído las cosas
mas hermosas, haciendo que mi alma rebose de mi cuerpo.
He descubierto a los monos, treparse a hurtadillas y robarme los sueños.
Mi falso nido de ingrato pájaro es visto desde unos
ojos despojados de prejuicios.