miércoles, 24 de julio de 2019



La magia y el rico sabor de lo efímero y eterno.
El vértigo de una existencia infinita.
La sonrisa cabalgando unos dientes pasajeros.
El crujiente sonido de arboles cayendo tras mi caminar.

Gateo sobre alfombras de humedad, cenizas y huesos rotos.
Por detrás: un mundo que fue bosque, un hombre que fue niño, un alma reluciendo.

Persigo sabores intensos en praderas devoradas por fuego negro.
En mis manos: restos de un tiempo que fue vida.
La bebida de los dioses yace en monte abandonado, donde el hombre que fue niño
cosecha su locura.